El día del cordero
La gente pasea por la calle a media tarde, con los cuchillos aún calientes tras degollar al cordero y despiezarlo. Los equipajes en la estación de taxis rezuman sangre, pues consisten sobre todo en carne y visceras para llevar a casa de algún pariente.
La fiesta del Cordero fue ayer. Convirtió mi trayecto, ya de por sí complejo, en toda una aventura puesto que todos los establecimientos estaban cerrados, apenas había gente por la calle y los servicios de bus estaban cancelados. Gracias a los taxis compartidos y a un señor que llamó a un amigo para que me viniera a buscar en medio de la lluvia, logré llegar al pueblo de mi guía-asistente, donde he pasado la noche mientras afuera nevaba copiosamente. Y pude, por fin, degustar el dichoso cordero. En todo el día apenas había comido nada, todo estaba cerrado y únicamente un niño de 3 añitos me dio la mitad del plátano que se estaba comiendo. ¡De verdad que lo hizo sin que yo le mirara con ningún tipo de cara de perro hambriento!
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