Chau, Mario
Mario era un señor pequeñito por fuera, pero inmenso por dentro. Tuve la suerte de conocerle (a sus textos) hace ya tiempo, me lo encontré en mi casa una tarde que no recuerdo si llovía o no. Sólo recuerdo que devoré sus páginas y me quedaron ganas de seguir.
Luego me lo crucé un día en la Universidad, porque mi Universidad siempre le quiso mucho. Eso fue una suerte inmensa, porque si bien no me atreví a acercarme a darle las gracias a aquel hombre discreto, con ese aura de paz y calma que le envolvía, pude unas horas más tarde agradecérselo con mis aplausos en aquel recital en el Auditorio de San Vicente, un espacio que se quedó chico... una guitarra, una voz, y un público inesperadamente jóven para un recital de poesía, entregado, casi en éxtasis. Como en un concierto de rock, o más.
Ahora se ha ido su persona, pero nos quedan sus palabras. Creo que necesito unos haikus para pasar el mal trago de este adios que se veía venir...
después de todo
la muerte es sólo un síntoma
de que hubo vida
hay pocas cosas
tan ensordecedoras
como el silencio
puedro morirme
mas no acepto que muera
la humanidad
si hubiera dios
nadie le rezaría
por no aburrirle
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