Noche en la feria
Lina estaba disfrutando de aquella tarde en la que el otoño se había tomado un descanso. Sus padres le habían llevado a la feria, e incluso le habían dejado montar por vez primera en un auto de choque a ella sola. Y le habían prometido que para el año siguiente le dejarían montar en la noria gigante con ellos. Había subido 4 veces al tiovivo, a lomos del corcel blanco más brioso. Bajo el brazo llevaba un gorila negro con pantalones rojos que su padre le había conseguido con el estilo del mejor Sheriff. El suyo era el padre con mejor puntería del pueblo.
Ya caía la noche, aunque la tarde se resistía a refrescar. Lina corrió entre el gentío para ver de cerca a un señor que escupía fuego por la boca. Era un espectáculo que mantenía su boca abierta pero le obligaba a contener la respiración. Cuando el tragafuegos se retiró por fin a su caravana de rojos y amarillos, Lina se dio la vuelta para descubrir que sus padres no se encontraban detrás de ella. Correteó entre las piernas de muchas personas, pero no encontraba a sus padres. Las luces de la feria brillaban con luz diferente, una vez que la noche se hubo cerrado. No quedaba ni rastro de su familia. Lina, asustada, creyó ver una sonrisa malévola en el muchacho que recogía las fichas del tiovivo. La cara del gorila de peluche ya no sonreía, sino que asomaban unos dientes afilados como el filo de una navaja. Un payaso le preguntó que si buscaba algo, provocando el ella un pánico inmenso.. Los ojos del clown brillaban en tonos rojizos, y su mueca sardónica no estaba pintada sino que parecía real. Lina se zafó y salió huyendo hacia el linde de la feria con el bosque. Se refugió tras unos arbustos después de correr un buen rato entre los arboles.
Allí fue donde la encontraron, dormida, los perros de la brigada de búsqueda al día siguiente.
Ya caía la noche, aunque la tarde se resistía a refrescar. Lina corrió entre el gentío para ver de cerca a un señor que escupía fuego por la boca. Era un espectáculo que mantenía su boca abierta pero le obligaba a contener la respiración. Cuando el tragafuegos se retiró por fin a su caravana de rojos y amarillos, Lina se dio la vuelta para descubrir que sus padres no se encontraban detrás de ella. Correteó entre las piernas de muchas personas, pero no encontraba a sus padres. Las luces de la feria brillaban con luz diferente, una vez que la noche se hubo cerrado. No quedaba ni rastro de su familia. Lina, asustada, creyó ver una sonrisa malévola en el muchacho que recogía las fichas del tiovivo. La cara del gorila de peluche ya no sonreía, sino que asomaban unos dientes afilados como el filo de una navaja. Un payaso le preguntó que si buscaba algo, provocando el ella un pánico inmenso.. Los ojos del clown brillaban en tonos rojizos, y su mueca sardónica no estaba pintada sino que parecía real. Lina se zafó y salió huyendo hacia el linde de la feria con el bosque. Se refugió tras unos arbustos después de correr un buen rato entre los arboles.
Allí fue donde la encontraron, dormida, los perros de la brigada de búsqueda al día siguiente.
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