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Viaje a los sueños (polares)

En mitad de la noche

En mitad de la noche

Pedro dormía tranquilo en la vieja cama; todo en la casa de su abuela era antiguo, y grande también: las camas, los armarios, las vigas, los platos, los espejos... De pronto un ruido lo sobresaltó, y dudó si abrir los ojos titubeando entre la curiosidad y el miedo. El ruido se repitió, era un leve arañar en la ventana. Se deshizo de las pesadas mantas y se acercó, en pijama, a ver lo que se ocultaba detrás de las cortinas.

Con cuidado levantó una de las esquinas de la tela gris y polvorienta, ¡y volvió a cerrarla rápidamente! El corazón le rebotaba en el pecho como una pelota de goma. Juraría que su mirada se había cruzado con un enorme ojo de color marron rojizo. Cuando recobró un poco de calma, se convenció a si mismo para abrir la cortina, esta vez de golpe, para descubrir si el ojo seguía allí, y a quién pertenecía. El mecanismo hacía bastante ruido, pero su abuela estaba sorda como una tapia y no le preocupaba en absoluto la posibilidad de despertarla. Así que ¡¡Raaaaaaaaaass!!

De pronto se encontró frente a un caballo imponente, castaño, con las crines del color de la noche. Y más impresionante aún era el hecho de que de su lomo brotaban dos enormes alas negras, que no distinguió hasta pasados unos segundos porque se habían mantenido pegadas al cuerpo.

El pegaso le hizo un gesto, invitándole a abrir la ventana. Pedro no se lo pensó dos veces y se encaramó a una silla para abrir el enorme cristal de la ventana. La noche era fresca, de primavera. Desde el alféizar, acercó la mano al caballo, que se dejó acariciar. De alguna extraña manera, sin mediar palabra, el caballo alado le invitó a montar. Pedro sólo había montado una vez en sus nueve años de vida, pero el mágico animal le inspiraba confianza y no reparó en ese pequeño detalle.

Al día siguiente, cuando despertó casi al mediodía, recordó haber visto el mar... No era posible, estaba a decenas de kilómetros de distancia. Recordó un sueño extraño, un vuelo en mitad de la noche. Recordó algo, y buscó en el bolsillo de su pijama. Y allí la encontró, una pluma negra enorme.

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