Blogia
Viaje a los sueños (polares)

Sed

Sed

El día de ayer fue uno de los más duros en mucho tiempo.


En parte por el aspecto físico. Para llegar a ver el nido del águila teníamos que recorrer varios kilómetros por un terreno accidentado, en medio de una ola de calor que nos acercaba a 40 grados y nos azotaba con un viento que no refrescaba, sólo desecaba. Además la vegetación reseca era pródiga en espinas y espiguillas que atravesaban todo tipo de ropa y se quedaban clavados en los calcetines o camisetas. Y yo con la duda de si mi recién recuperado tobillo daría la talla. Pero todo eso habría sido soportable de no ser porque un error en la ruta a trazar, más un cálculo inexacto de las necesidades de agua, nos dejaron sin reservas para beber a mitad de camino. Y eso sí que minó nuestra moral y las fuerzas de algunos. Pero bueno, a duras penas pudimos seguir caminando y llegado un punto, los que no podían más se quedaron a descansar bajo una carrasca con parte del material y el resto nos dirigimos a acabar el trabajo.

Resultado: el águila no pudo sacar adelante el huevo, aún estaba en el nido, cuyas ramas ya estaban secas y descuidadas. Hicimos unas fotografías y regresamos. El regreso fue penoso pero fuimos atajando, cada uno con su propio señuelo para sehuir adelante. Apenas podíamos hablar pues la boca se había convertido en una cementera, los dientes se pegaban a los labios...

El único alivio lo representó un río lleno de aguas verdosas; imposible beber de ahí, pero nos quedamos en ropa interior y nos bañamos, un poco de diversión para quitar tensión. Agua, al fin y al cabo, y algo para reducir la temperatura del cuerpo que estaba aumentando. Y saber que desde ahí era sólo una hora más hasta el pueblo, el bar y el agua potable.

Fue una experiencia límite, y aunque lo pasé mal (y otros quizás peor, pero nadie perdió la compostura) me alegro de haberla compartido con estos compañeros. Y estoy muy contento con mi tobillo, ya que se portó como un campeón.

 

Además, en el aspecto anímico, la vida me mostró su cara más sucia cuando estaba en medio de la montaña, una llamada de un amigo con noticias que hicieron tambalear mi mundo. El hecho de estar en la montaña y no poder hacer nada por ayudar me desesperó un poco, pero por otro lado, el aire libre, el tiempo para pensar al ritmo de pasos aunque fueran cansados, y la dureza de la marcha me ayudaron a mantenerme sereno. Aunque sé que acusaré el golpe cuando descanse.

0 comentarios