El silencio, y la niebla
La noche del viernes, mi móvil comenzó a emitir un silencio ensordecedor, como si fuera un inmenso buque perdido en una niebla densa pidiendo ayuda. Y yo, que no podía explicarme por qué nadie más que yo podía percibir aquel estruendo afónico, acabé aturdido, envuelto por aquella ausencia, y me fui corriendo a la cama para taparme la cabeza con una almohada. Con pobres resultados.
En algún momento de la mañana, cesó.
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oroD -